miércoles, 10 de noviembre de 2010

El falso Tío Cuc y las bravuconadas de taberna en Aigües, Alicante








Caminaba el otro día por las calles de Aigües, cabizbajo y meditabundo cuando me topé con un ejemplar de un anónimo texto impreso intitulado La Paloma Mensajera que estaba por el suelo en medio de la calle, lo recogí y me senté a la sombra del Pino Manolo a leerlo. Me da gran alegría comprobar cómo aumenta la circulación de escritos sobre nuestro pueblo, pues deseo conocer qué es lo que piensan el resto de mis vecinos respecto al presente y futuro de la comunidad donde vivo. También me interesa mucho la forma en la que estas ideas se comunican ya que suscribo totalmente el axioma El medio es el mensaje, acuñado por el comunicólogo Marshall McLughan.


Con gran sorpresa leí la sección titulada El tío Cuc. Me he visto obligado releerla unas cuantas veces y no porque se trate de un texto interesante, denso en ideas o de gran profundidad, ni mucho menos; sino por lo que de farragoso y enmarañado tiene. Tras su repetida lectura no podía salir de mi perplejidad. El artículo me ha parecido muy revelador y, si bien carece de interés intrínseco, a partir del mismo se pueden inferir ciertas conclusiones -a modo de pregunta muchas de ellas- sobre la forma que tenemos de hacer política y sobre el sentido de la Democracia en nuestro pueblo, Aigües, y por ende en el conjunto del Estado. Tanto es así que he dedicado algo de mi tiempo a plasmar por escrito estas reflexiones que, al contrario que el citado artículo, sí inciden decididamente sobre la esfera de los asuntos públicos, los cuales no son ajenos a ningún ciudadano con independencia de su grado de implicación política.

Estas reflexiones parten de un análisis formal de tal escrito, pasando después a analizar sus contenidos -o ausencia de los mismos, como se verá- para, finalmente, formular una serie de conclusiones. Las he redactado en segunda persona, en forma de carta abierta y dirigidas a una anónima persona que, por darle un nombre que rime con inmaduro, llamaré Arturo.

Espero que la epístola la encuentre alguien de interés, pero como quiera que ha resultado excesivamente extensa, la he fraccionado en varios artículos que iré comunicando por entregas para no aburrir en demasía.

Dicho lo dicho, vamos allá.


A Arturo, o falso Tío Cuc:

Ye he narrado como fue que topé con su infeliz escrito y la mala impresión que me causó. Cada vez que escribe usted patea el idioma español. Y lo patea usted, no ya sin pudor, sino con ignara autocomplacencia. Escandalizado por sus torpes letras, al llegar a casa pregunté a Google por su publicación y comprobé que no era yo la única persona impresionada por su vandalización de nuestro querido idioma. Un voluntarioso corrector se había tomado la molestia de notar sus faltas y comunicarlas al Blog del PSOE local. Para mí constituyó un gran alivio y una forma de recobrar la confianza en el género humano, que por breves instantes usted hizo flaquear, al sentir que no me hallaba tan solo ante su escrito. Me he tomado la libertad de utilizar la versión corregida de su artículo para crear la composición digital que acompaña a esta carta, que si usted desea tener en formato digital de calidad puede bajársela pinchando aquí.

Como quiera que ya están corregidas sus faltas no insistiré en señalarlas, excepto dando dos noticias al respecto que son, como suele decirse en estos casos, una mala y una buena.

La mala: A pesar de su prurito literario, lamento comunicarle que ha incurrido en más errores y faltas de las que ha constatado su espontáneo y voluntarioso corrector, quien, probablemente, las habrá pasado por alto al verse desbordado por tanto circunloquio, desatino sintáctico, atrocidad gramatical, atentado ortográfico y dislate semántico: palabros, barbarismos y otros despropósitos.



La buena: Pues no todo ha de ser negativo respecto a su forma de escribir, a pesar de estar suspendido en redacción, ha cometido menos errores que en anteriores escritos suyos (algunos que firma y otros anónimos en los que el no-estilo delata su autoría). Está usted -como califica su espontáneo corrector- suspendido, pero antes estaba peor.


No obstante, lo más interesante de lo que quisiera hablar no es de su (no)gramática, sino de las implicaciones políticas de ésta -puesto que se trata de un texto político-; de las ideas que subyacen en el mismo, de la naturaleza del pensamiento que proyecta; pues es muy significativa para entender la política local y, por lo tanto, la nacional.

Lo que realmente importa es el pensamiento, las ideas. Éstas se construyen en la mente, pero ocurre que la competencia en el uso del lenguaje y la capacidad de creación de pensamiento se hallan estrechamente ligadas. Así se pronuncia Fernando Lázaro Carreter , el más insigne lingüista del español del SXX, director a la sazón de la Real Academia Española de la Lengua y redactor de los libros de texto de bachillerato con los que toda una generación de españoles ha aprendido a expresarse:


La lengua debe ser considerada y tratada como instrumento. La comunicación no es su único objetivo, sino también la creación del pensamiento. Son los objetos comunicables los que importan no los signos: pero sucede que, sin signos, no hay objetos comunicables. Y que, por tanto, la potencialidad del pensamiento es función de la riqueza y complejidad que posea el sistema sígnico, el idioma con que se piensa.

Fernando Lázaro Carreter. El dardo en la palabra.

Ed. Galaxia Gutemberg, Barcelona 1997, Pág 90.

Un incompetente dominio del lenguaje dificulta no sólo la facultad de comunicar el pensamiento, sino que obstruye el acto mismo del pensar: La oscuridad en el lenguaje y oscuridad de pensamiento se relacionan de forma biunívoca.


Por otro lado, conviene recordar que la facultad de pensar con propiedad no es, ni más ni menos, que la madurez intelectual. De forma que competencia gramática y madurez intelectual están estrechamente relacionadas. Como dice el profesor Manuel Martí Sánchez de la Universidad de Alcalá:


La gramática es una consecuencia y, por tanto, una muestra del grado de madurez del individuo.

Puede usted ampliar la información visitando el artículo del citado profesor:La gramática en relación con la maduración de las necesidades humanas


Tal vez usted, dada la atrevida ligereza que muestra, opine que todo lo anteriormente expuesto no son más que disquisiciones pseudointelectualoides. He de decirle que esta línea de pensamiento que expongo, aparte de ser ampliamente aceptada por la comunidad científica, también era la forma de pensar de los responsables editoriales del primigenio, el auténtico Tío Cuc, que si bien se servía del estilo satírico y lingüísticamente equívoco como medio de alcanzar un mayor número de lectores -no en vano fue, en su tiempo, el periódico alicantino de mayor difusión provincial- era una publicación comprometida políticamente -aspecto sobre el que incidiré más adelante- y, en consecuencia, comprometida con el fomento del desarrollo de la madurez intelectiva -por lo tanto, política- del conjunto de la población. Y, a pesar de su tono satírico, no dudó en incorporar a las filas de su redacción a otro insigne lingüista; insigne y joven, pues tan sólo contaba con diecinueve años: Enric Valor y gracias a quien incluiría El Tío Cuc a partir de 1934 una rigurosa sección de gramática en la citada revista. Puede usted comprobar esta afirmación por sí mismo acercándose a cualquier biblioteca y consultando un ejemplar de la edición en facsímil que, gracias al esfuerzo editorial - consciente de su valor histórico y lingüístico- publicó Acció Cultural del Pais Valencià.






Si le interesa mejorar en este sentido y por lo tanto madurar intelectualmente, puede usted visitar el siguiente enlace: reglas de redacción y estilo.Comprenda que me refiero a alcanzar unas habilidades mínimas en la expresión y el pensamiento, que no me estoy refiriendo a elevar los escritos de uno a la categoría de arte literario (¡Quién pudiera!).


No piense usted que el estilo literario, la competencia lingüística y la madurez intelectual se adquieren simplemente con dejar que el tiempo transcurra y que llegue cierta edad; un joven que se aplique puede proporcionarse a sí mismo un grado de madurez intelectual que, lamentablemente, nunca conseguirán alcanzar muchos de los mayores. Estas facultades no le vienen a nadie llovidas del cielo, se adquieren a base de trabajo y no sin esfuerzo. El no esfuerzo, la pereza mental, son sinónimos de mala gramática, que a su vez, es sinónimo de inmadurez intelectual.


Pero como decía, lo que pretendo con estas líneas no es corregir su (no)estilo literario, su oscuro lenguaje; lo que pretendo es arrojar luz, en la medida de mis posibilidades, sobre la oscuridad de su pensamiento, cuestión que abordaré en una posterior entrega de esta epístola.